Noticia de primera plana y primera línea. Plenos de fervor patriótico y como un mecanismo de revertir la geografía del odio, las autoridades del Circuito Judicial, el Seniat y la Unellez han decidido mudar sus sedes principales a barrios barineses, abandonando sus seguras y cómodas instalaciones ubicadas en Alto Barinas. Dijeron las autoridades que, al tiempo que dan un espaldarazo a las comunidades de dichos barrios, la reubicación se concreta para que en ellos se entronice un patrón de progreso cuando menos equivalente al sector donde hacen vida las clases más pudientes de la capital barinesa. Todo es alegría y entusiasmo en los colectivos de dichas instituciones y masivamente jueces, profesores, fiscales y sindicatos trabajan en jornadas voluntarias para acelerar el traslado. De hecho, se espera que en cualquier momento Pdvsa Sur, Palmaven y Foncreb también decidan mudarse a los barrios El Infiernito, Primero de Diciembre y ”Carlos Márquez”.
Las consecuencias de esta imaginaria noticia, que en el país que queremos debe ser hecho concreto y cumplido, no son lo apocalípticas que podría suponer una dama entaconada con stillettos de Manolo Blaknihk, piel de Cosmopolitan, de amplio copete y anillo de grado que dan cuenta de varios magisters scientiarum. Tampoco tendría que causar esturpor a un burócrata de pantalón de lino, zapatos Clarks, reloj TecnoMarine, postgrado en Oklahoma University y Blackberry al cinto. No. Definitivamente no.
Las consecuencias reales
Si el Circuito Judicial mudara sus oficinas a la urbanización Juan Pablo II, luego de sofocadas las incertidumbres de los amigos del filoescuálido status quo, se generaría una virtuosa revolución en dicha barriada. La gente de ese sufrido sector construido durante Rafael Caldera para llenar de indignidad en los barineses y a la cual le pusieron el irónico nombre de un derechoso Papa, se aprestaría a dotar de servicios accesorios al sistema de administración de justicia. Así florecerían los centros de fotocopiado, los cibercafés y una que otra camarada, otrora pelando bolas, se aprestaría con una sonrisa a instalar su tarantín de habla-pegado. Cafetines y panaderías saciarían el hambre de los valerosos trabajadores de la justicia y muchas tiendas, peluquerías, autolavados y restaurantes ofrecerían sus servicios, en pos del poder adquisitivo de los tribunalicios. Puede ser, es verdad, que en algún momento los amigos de lo ajeno le tiren “un quieto” al algún juez u otro funcionario judicial, pero esto se verá rápidamente neutralizado gracias a la permanente y abrumadora presencia de la Guardia Nacional, la Policía de Barinas y demás cuerpos de seguridad del Estado, quienes a solicitud del circuito generarán en dicha barriada un clima de seguridad y calma nunca visto por esos lares. El Seniat en Corralito atraería a legiones de contribuyentes encantados de hacer sus trámites fuera del congestionamiento propio de los centro comerciales de Barinas y rápidamente se iniciaría la construcción de nuevas oficinas que contrataría a los padres y madres de familia que pueblan ese “corralito” -que muy pronto dejará de serlo- para llamarse, es posible que escuálidamente, Lomas del Corral Country Club. La Unellez en Guanapa, a través de un revolucionario sistema de extensión universitaria dispondría de centros de formación comunitaria que se encargarían de formar ideopolíticamente a los consejos comunales de Barinas y adiestrar al pueblo en las urgentes tareas que demanda la producción socialista. Incluso con el concurso de la banca de la Revolución se iniciaría rápidamente la instalación de plantas procesadoras de alimentos que surtirían de sabrosura al primer anillo endógeno y luego exportarían su producción más allá de nuestro estado. Puede ser, quién lo niega, que un marihuanerito quiera robarse una computadora de nuestra alma mater, pero rápidamente será repelido y enjaulado por estudiantes y miembros de la comunidad quienes, en una nueva alianza entre la universidad y el pueblo, también enriquecerán nuestro futuro con un pocotón de planes y proyectos para una Barinas socialista. En los tres sectores, sin excepción, mejorará la calidad de vida de trabajadores y habitantes, se creará el entramado de vías que proporcionen rápido acceso y el metro cuadrado de terreno se revalorizará notablemente, haciendo que inversionistas privados comiencen a desarrollar conjuntos residenciales en estos barrios, ayer de clase pobre, hoy dignificados por un revolucionario enfoque. Tenemos en nuestras manos hacer que los espacios públicos sean gratos y dignificantes para todos, sin gastar un bolívar más de lo que ya se gasta.
Adiós a la geografía del odio
Este ejercicio de imaginación viene dado a propósito de dejar claro a nuestros camaradas, y más si tienen responsabilidades de gobierno, que la sociedad pequeño burguesa divide oprobiosamente los espacios públicos guardándose para sí los sectores geográficamente privilegiados. Los ricos se concentran en espacios, como los centros comerciales y sectores acaudalados, que crean burbujas donde se crean condiciones de discriminación contra el pueblo. En dichos espacios no existe la miseria, la fealdad o la exclusión, que a los revolucionarios nos interpela, porque sencillamente es escondida, maquillada o no admitida a estas nuevas catedrales del American Way of Life. La peladera es confinada a guettos llegándose a colmos como en Argentina donde las villamiserias –el equivalente de nuestros sectores marginados- fueron cercadas con altos muros “para que no se viera la pobreza ni se afearan la ciudad de Buenos Aires”, según dijo un monstruo oligarca desde la televisión.
De hecho usted tiene la oportunidad de advertir cómo en Caracas están definidas las diferencias sociales a través de los espacios. Un sifrino que viva en Caurimare es posible que nunca, jamás en su vida, conozca la salsosa pero bien problemática parroquia Catia. Allí existen circuitos de la pobreza y la riqueza, con sus inevitables matices y gradaciones. La república del este, ayer zona liberada de la oligarquía en los aciagos momentos de “los militares en la Plaza Altamira” y que conforman La Castellana, Altamira, Los Palos Grandes, Santa Eduvigis y Los Dos Caminos, por ejemplo, son una creación de la Venezuela saudita de Carlos Andrés Pérez que en su festín de corrupción convocó a los bagres de la entonces apátrida industria petrolera para instalar allí su paraísos artificiales pitiyanquis. De hecho, aún hoy día, si usted es negrito y con cara de tierrúo según el discurso de la exclusión, todavía se expone a ser discriminado por sus cojonudísimos y alienados habitantes.
Nueva geografía del poder… popular
Farruco Sesto, el entrañable ideólogo de nuestra Revolución tiene años vociferando como Juan el Bautista sobre el diseño de ciudades humanas, donde los espacios públicos sean orientados al hombre de la polis, el ciudadano. Así, nos ilustra: “…Una Revolución decidida, imaginativa y audaz que las encienda (las ciudades), que las recupere, que las ponga bonitas y amables, que las haga livianas y divertidas, que las convierta en una gran casa generosa para la vida en común. Que haga de ellas una fiesta para la dignidad de las personas. Una Revolución que traiga felicidad de la buena. Y estoy seguro de que la Revolución, esta Revolución, llegará a las ciudades, aprendiendo de los errores y las torpezas de nosotros mismos. Mientras tanto, para ir comenzando, podríamos intentar que, al menos, estas ciudades nuestras funcionen. Por mi parte pienso que, en el reparto de las tareas, el verdadero trabajo político de nuestros alcaldes y gobernadores debería ser ese”. Por eso cuando el gobernador Adán Chávez nos dice que vamos hacia la construcción de una ciudad socialista y el alcalde Abundio Sánchez despliega el influjo de la municipalidad hacia los barrios populares, sabemos que en Barinas se le empieza a quebrar el espinazo a la geografía del odio para dar paso a una nueva geografía del poder popular.
martes, 14 de julio de 2009
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