Dijo un veguero en nuestra natal Barinas que los precandidatos a diputados nos lanzamos al agua como chigüires a una laguneta. Ha sido verdaderamente una estampida grandiosa de gente que, abiertas las compuertas de participación y democracia por el Comandante Presidente, ha corrido a inscribirse como flamantes aspirantes a encamburarse. Pero, para decirlo bíblicamente, “de todo hay en la Villa del Señor”.
Fuimos presurosos a la convocatoria que nos hizo Chávez al TTC para que se nos diera letra en torno a la importancia política, cuantitativa y cualitativa, del tamaño reto que habíamos asumido. Así, fue un verdadero gusto encontrarnos con hombres y mujeres de probadas capacidades intelectuales y morales que hacían la cola para acreditarse y después ingresar al teatro, pero una que otra vez nos topamos con gente que, verdaderamente, están ideopolíticamente más extraviadas que Mandinga en un convento.
Por ejemplo un mofletudo señor, blackberry en mano y atavío integral de Tommy Hilfiger, se desguañangaba diciendo a sus casuales interlocutores de la cola, que lanzaba su aspiración desde el estado X, para promover un crecimiento económico que llenara de centros comerciales a sus comarcas, mediando ¡válgame Dios!, el financiamiento del Estado para la instalación de franquicias. Otras señoras, unas más que menos agraciadas, apenas podían hablar debido al encorsetamiento que les generaba el body Miranda que prolijamente venden las mismas empresas que en Medellín financian a las narcoparacas Autodefensas Unidas de Colombia. Sus vestiduras y afeites daban cuenta de una genuflexa adhesión a la sociedad de consumo que con tanto ahínco combatimos y sus alhajas, como por ejemplo anillos en ¡los 10 dedos de la mano!, nos recordaban que aunque el hábito no hace al monje, definitivamente sí lo distingue.
Pero la aceituna del martini la advertimos como peligro mayor cuando el Comandante Presidente escuchó a una candidata a diputada de nuestro Oriente que al ser inquirida en torno a su aspiración, se trabó en un galimatías de larga extensión donde tuvo la nada envidiable capacidad de no decir absolutamente nada. El Presidente, con toda la caballerosidad del mundo pero de seguro abochornado por la panfletaria y vacua intervención, dijo que “había que leer”, que la coherencia era importante y que el discurso debía ser una línea recta entre dos puntos. Pena ajena, pena partidista, sentimos.
Y es que el discurso consignero y panfletario evidencia la carencia de aprendizaje por parte de quienes son o pretenden ser líderes en nuestro proceso político. Cuando no le escanciamos al cerebro los prolijos saberes del acervo del pensamiento socialista mundial, definitivamente la boca dará cuenta de la pobreza de nuestras ideas. Y si, más aun, lo que le echamos al coco es basura televisiva, comida chatarra mediática lista para untar, el resultado es un discurso pleno de paja pura y dura. Por eso algunos suspiros de dolor revolucionario damos cuando nos encontramos a “dirigentes”, muchos de ellos profesores universitarios, que alquilan en los tarantines hasta quince películas de la miasma hollywodiana para embutírselas en tan solo un fin de semana. Fin de mundo.
También es lamentablemente común advertir la pobre argumentación de quienes dicen “no tener tiempo para leer” presos del tareismo y el dulce manguareo entre el chateo y el faceboock. No toman en cuenta los pazguatos el ejemplo de un hombre que percibimos muy, pero muy ocupado: el Comandante Chávez. Este hombre dialéctico, progresivo y visionario cada día se densifica en discurso y acción gracias a las lecturas que acomete con una feroz hambre intelectual. Ni se diga del caballo Fidel Castro: cuenta el Nobel Gabriel García Márquez que horas después de haberle entregado el manuscrito de la novela “El amor en los tiempos del cólera” al comandante, recibió de este profusas, detalladas y argumentadas correcciones que daban cuenta de un saber enciclopédico. Y ¿cómo hacen estos gigantes para saber tanto si están tan ocupados? ¿Viendo Globovisión? ¡Qué va pana burda!
Hay, en general, tres fuentes de saber: una son los viajes, a los cuales no todos tenemos acceso; otra es la lectura y andar y conversar con gente que sepa. Pero detrás, previo a todo esto, debe estar la convicción de que nuestro futuro y el de la Patria estará definido por la Batallas de las Ideas, por esa munición de conocimientos que alberguemos en el coco, listos para dispararla contra el capitalismo, que es la más acabada y estructurada forma de democratizar la ignorancia. Y huelga decir que a este combate no podemos ir sin conocer la “o” por lo redonda.
Y si usted es uno de esos que aún después de viejo se pega a los combates chimbos del Play Station, sepa que no va para ningún baile, porque la Revolución es ser, saber y actuar. Así que, colegas chigüires, ¡a leer porque la Revolución nos lo exige!
domingo, 28 de marzo de 2010
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